Intentar adivinar la edad de alguien es una tarea ingrata. Si no se trata de tus compañeros (con ellos todo está más o menos claro), o si no eres de repente un funcionario de control de pasaportes, esta misión está, en la mayoría de los casos, condenada al fracaso. Y a veces uno puede equivocarse no por unos “posibles” 2 o 3 años, sino por decenas. Resulta que hay muchas más personas de lo que todos pensamos cuya edad no se corresponde con su apariencia.
in Spanish