En el negocio de la gastronomía, solo el más fuerte sobrevive; dado que año tras año aparecen nuevos establecimientos con un menú y un interior conceptual, se vuelve cada vez más difícil sorprender a los comensales. A veces los propietarios de los restaurantes se aficionan tanto a las ideas originales que dejan de ver la delgada línea que hay entre la creatividad y una ligera locura. Cuando esto ocurre, el resultado es que los potenciales clientes terminan por huir. Sin embargo, la negligencia repele a la gente mucho más que las ideas excesivamente creativas.
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